Encontrándome a mi mismo
A muchos de nosotros nos cuesta enterarnos de cual es nuestro don, esa actividad que nos hace olvidarnos del tiempo y muchos nos dejamos llevar por lo que los demás creen que es bueno para nosotros, porque quizás a ellos les ha funcionado. Pero no caemos en cuenta que cada uno de nosotros es único y que venimos al mundo con el “chip” ya instalado solo que debemos aprender a activarlo, y esa es la parte más difícil para muchos, porque desde pequeños se nos empieza a decir que es lo que debemos hacer y lo que no, lo que es bueno y lo que no, aunque no es malo recibir algo de orientación, muchos nos desconectamos por completo de lo que es nuestra esencia y se nos hace muy difícil y en muchos casos hasta imposible recuperar nuestro propio camino. En todo este proceso dejamos de oír a nuestro ser interior, esa vocecita que nos dice lo que nos conviene y lo que no, lo que muchos llamamos intuición o sexto sentido, pues esta sensación que a veces tenemos, por ejemplo: cuando conocemos a una persona interesante que nos atrae sentimos mariposas en el estómago, esa es nuestra voz interior que nos dice: aprovecha esta persona te conviene. O puede también avisarnos de peligros. Cuando dejamos de oírla ella también deja de hablarnos, entonces es como si perdiéramos el timón de nuestro barco y no sabemos a donde debemos ir, quedamos a la deriva y no sabemos que hacer.
Muchas personas me escriben preguntándome como saber cual es su vocación, por eso decidí profundizar un poco más acerca de este tema, lo que ofrezco es una orientación porque lamentablemente yo no puedo saber que es lo que le conviene a otra persona, porque cada cual tiene la respuesta dentro de sí y debe encontrar su camino escuchando el mensaje que su voz interior le dice.
Lean el siguiente cuento:
Había una vez, en algún lugar que podría ser cualquier lugar, y en un tiempo que podría ser cualquier tiempo, un hermoso jardín, con unos manzanos, naranjos, perales, bellísimos rosales, todos ellos felices y satisfechos. Todo era alegría en el jardín, excepto por un árbol profundamente triste. El pobre tenía un problema: ¡No sabía quién era! “Lo que le falta es concentración”, le decía el manzano. “Si realmente lo intentas, podrás tener sabrosísimas manzanas. Ve qué fácil es”.
“No lo escuches”, exigía el rosal. “Es más sencillo tener rosas, y ¡Ve que bellas son!”. Y el árbol desesperado, intentaba todo lo que le sugerían, y como no lograba ser como los demás, se sentía cada vez más frustrado.
Un día llegó al jardín el búho, la más sabia de las aves, y al ver la desesperación del árbol, exclamó: “No te preocupes. Tu problema no es tan grave. ¡Es el mismo de muchísimos seres sobre la tierra! Yo te daré la solución: “No dediques tu vida a ser lo que los demás quieran que seas. Sé tu mismo. Conócete, y para lograrlo, escucha tu voz interior”. Y dicho esto, el búho desapareció.
¿Mi voz interior? ¿Ser yo mismo? ¿Conocerme?”. Se preguntaba el árbol desesperado, cuando de pronto comprendió. Cerrando los oídos, abrió el corazón, y por fin pudo escuchar su voz interior diciéndole: “Tú jamás darás manzanas porque no eres un manzano, ni florecerás cada primavera porque no eres un rosal. Eres un roble, y tu destino es crecer grande y majestuoso. ¡Estás aquí para dar cobijo a las aves, sombra a los viajeros, belleza al paisaje! ¡Tienes una misión! ¡Cúmplela!”. Y el árbol se sintió fuerte y seguro de sí mismo y se dispuso a ser todo aquello para lo cual estaba destinado. Así pronto llenó su espacio y fue admirado y respetado por todos. Y sólo entonces el jardín fue completamente feliz.
Cuando observo a mí alrededor: me pregunto “¿Cuántos son rosales que, por miedo al reto, sólo dan espinas? ¿Cuántos serán robles que no se dejan crecer? ¿Cuántos naranjos hay que no saben florecer?”. Todos y cada uno de nosotros tiene una misión que cumplir, un destino que seguir. No dejemos que nada ni nadie nos desvíe y nos aleje de lo maravilloso que es conocer y compartir la esencia de nuestro ser.
!Cierra tus oídos y abre tu corazón y todas esas respuestas llegarán!
-HS-