"La figura materna moldea nuestra psique. La madre está en el fundamento de nuestra felicidad. Si estás en buena conexión con tu madre, si tienes bien integrada psíquicamente a tu madre, irradiarás alegría, la gente te amará, triunfarás en tu vida. La felicidad empieza muy temprano, empieza con la madre y se sigue manteniendo en la relación con ella. El camino de la felicidad se interrumpe cuando perdemos el contacto con la madre, por supuesto también con el padre pero eso está en segundo lugar. Se puede observar, por ejemplo; yo lo hago a veces cuando miro la televisión, miramos a los actores o a los que están hablando, y entonces mi mujer pregunta: "¿Cuál es la relación de éste con su madre?" Se puede ver enseguida, el que está en conexión con su madre brilla.
Muchas relaciones con la madre o el padre están bloqueadas porque tenemos expectativas con respecto a esa persona que va más allá de lo que se puede esperar de un ser humano; y si los padres fueran perfectos, si la madre fuera la ideal, nosotros no seríamos capaces de vivir, no tendríamos la fuerza para vivir. Somos capaces de vivir porque nuestros padres tienen errores. Eso es lo que nos introduce en la verdadera vida, o sea, amamos a nuestros a padres así como son, tal cual como son, y así nos volvemos felices.
No es un asunto de perdonar. Un hijo que está perdonando, está acusando al mismo tiempo a los padres, se está poniendo por encima de ellos, y pierde a los padres, su suerte y su felicidad. Todo lo que sucede en cuanto lo puedo aceptar, decir que sí, así como fue se convierte en una fuerza; en cuanto lo rechazo o lo perdono quedo débil, me pongo por encima y la vez quedo pequeño.
No es asunto de aceptarlo tampoco: en aceptación soy pasivo, cuando le digo que sí soy activo y al decir que si algo se transforma, al aceptar no se transforma nada. Es una diferencia importante.
Había una vez un hombre en uno de mis cursos que me dijo que su madre lo odió cuando era pequeño y ella vivía muy cerca de donde estábamos; entonces le dije: "vete a visitarla". Al otro día volvió, estaba radiante y le dije: ¿pero qué hiciste?, fui y le dije a mi madre: "estoy contento de que me pariste..."
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