Entrevista de Johannes Kaup con Bert Hellinger para el ORF* en Viena el 6 de Julio de 1999
(* Oesterreichischer Rundfunk - Radioemisora de Austria)
JOHANNES KAUP: Señor Hellinger, en nuestros tiempos el amor parece ser un bien muy escaso, un bien muy asediado, un bien que se anhela pero que casi no se lleva a cabo. Cuando se mira la duración, la duración promedio de las relaciones, la movilidad que se produce en nuestras relaciones, se tiene la impresión de que al amor no le va del todo bien. ¿Es así o resulta que hoy día las personas buscan con mayor precisión aquello que las sostiene?
BERT HELLINGER: Si comprendí bien su pregunta se trata sobre todo de la relación amorosa entre el hombre y la mujer. Esta relación de amor en la actualidad a menudo es observada desde la perspectiva del Yo. O sea, ¿qué es lo que en esta relación amorosa me va a satisfacer y me va a ayudar a avanzar a mí? Entonces buscan una pareja que promete eso y de la cual suponen que se comportará según sus expectativas. Eso es recíproco. Ambos miembros de la parece buscan eso.
Sin embargo, la relación entre el hombre y la mujer está instalada en un contexto grande. Por naturaleza está orientada hacia los hijos, a la creación de una familia, a la continuación de la vida. La relación de pareja como tal es el primer paso en esa dirección. Cuando entonces se escapa de la mirada el contexto total, el amor se atrofia, porque no contempla ese contexto. Eso sería lo primero.
Lo segundo es que el amor o la relación amorosa siempre tiene consecuencias. Algunos piensan que podrían tener el amor como cuando van al supermercado para comprar una golosina, la come y, si a uno ya no le gusta más, pasa a buscar lo próximo que uno se compra y lo consume. Pero la experiencia, o mejor la observación, es –eso se puede ver claramente- que al cumplirse el amor en su sentido completo, es decir por la consumación sexual con todos sus riesgos, en la pareja surge un vínculo que no permite que se vuelvan a separar. En hecho de que ese vínculo surge se ve en el efecto. Ya no se pueden separar sin dolor y sin la sensación de fracaso y culpa.
Es decir que en el amor tiene efecto algo más, algo que va más allá del amor. Por un lado en ese contexto el objetivo, y luego también actúa un orden dentro del cuál el amor se puede desplegar. Cuando ese orden no es reconocido o incluso es negado, tiene un efecto retroactivo sobre el amor.
Es decir que usted habla de un orden, un orden natural subyacente al Todo. Sin embargo, también hemos hecho la experiencia de que en una relación inmadura, que Jürg Willi denominaría una relación de colusión*, donde uno se engarza en una relación dependiente, de manera que es prácticamente imposible vivir una relación satisfactoria mientras esa colusión* no se resuelva. A veces debe resolverse mediante una separación. ¿Usted subrayaría eso o diría que toda separación de una relación es ya una catástrofe?
La colusión* se produce porque los dos miembros de la pareja siguen ligados a su familia de origen y porque no se logró la separación de la familia de origen. Eso también forma parte del orden, lograr la separación de la familia de origen. Si entonces se mira lo evidente, que dos no se llevan bien, sin ver que eso tiene que ver con las familias de origen, la separación de la pareja jamás traerá la solución. Se logra la solución, cuando se logra la separación de la familia de origen y cuando se logra la separación de las implicaciones en los destinos de la familia de origen. Es decir, en lugar de reducirlo a la relación de pareja, también aquí incluyo en la mirada el horizonte más amplio. Entonces primero miraría cómo la pareja, cada uno de sus miembros, puede separarse de buena manera de su familia de origen. Cuando luego se miran se logra aquello que antes no se había podido lograr.
Cuando dos personas se encuentran y se enamoran, ¿actúa algo más grande de lo que ambos tienen conciencia, o se podría decir: Si, simplemente me fascina tu cuerpo, tu figura, en realidad más no quiero? ¿Qué es eso que hace que las personas se unan? ¿En su opinión, hay algo más grande o es que también eso puede ser muy evidente?
Algunos van montados en un burro y cuando el burro no quiere seguir, le ponen una zanahoria delante. El burro va detrás de la zanahoria y uno puede continuar avanzando. La zanahoria lo estimula para que continúe y él ni siquiera se da cuenta de la carga que lleva. Así es aquí también, a veces. Hay ilusiones en juego que desconocen quién lo está montando a uno y hacia dónde nos está llevando. Luego a veces hay un despertar, y eso es sanador. Cuando hay dos que están tan fascinados uno del otro, seguramente actúan muchas fuerzas ocultas que no conocemos. Eso va mucho más allá de la atracción inmediata. Ahí aparecen recuerdos de lo más variados. Por ejemplo, había una pareja felizmente casada, y se puso de manifiesto que durante mucho tiempo fue maravilloso. Luego la mujer compró un libro de cocina nuevo y cocinó algo distinto a lo habitual. Ahí se descubrió lo que antes había ligado el hombre a la mujer, y era que ella cocinaba de la misma manera en la que se cocinaba en la casa de él. Ese pequeño cambio tuvo un efecto decisivo. Cuando sucede algo así, nos reímos. Pero son cosas de muchos niveles que actúan simultáneamente.
Para mí lo de una pareja en el fondo es muy simple: Cuando se miran a los ojos, cuando se miran verdaderamente a los ojos, ven sólo el alma. Cuando las almas se encuentran en ese sentido, entonces el amor es posible. Pero esas almas se encuentran de manera tal que el individuo no tiene el permiso de apropiarse de la otra alma. No la posee, sólo la ve. Pero a menudo entonces desde esas almas hay una conexión que es profunda, que es leal y que es firme con pocas ilusiones. No es totalmente estrecha porque lo del otro es respetado continuamente, y, sin embargo, puede durar.
Pero eso significa que usted realmente hace una diferencia entre aquello que atrae a dos personas y el amor que luego es posible pero no necesario. Porque teóricamente es posible armar relaciones con personas muy diferentes. Con frecuencia nos sentimos atraídos a personas muy diferentes en la vida, y luego tal vez elegimos a una de ellas o no. Es decir que también debería haber una posibilidad de establecer una relación de almas única con personas completamente diferentes.
Cada relación es única. Ni bien me entrego a una pareja a los fines de la realización del amor, estoy vinculado y la libertad de elegir termina en ese instante. La idea de que aún podría tener esa libre elección ya no funciona.
¿Por qué no es posible?
Te lo explico. La pareja a la que uno se unió se transforma en parte de la vida. Ya no puedo salirme de ahí. Es como que pasamos a formar parte de un alma común. La pareja pone en movimiento algo que sólo es posible con esa pareja. Y delimita algo que después ya no es posible. Es decir que en ese instante la libertad de elección se acaba en gran medida. Pero eso no es una desventaja. Cuando yo me entrego realmente a esa persona, a partir precisamente de esas limitaciones y porque está restringido, surgen desafíos y fuerzas que superan por mucho a aquello que uno imagina poder lograr gracias al libre albedrío. Porque lo que lleva a la plenitud no es lo mucho, sino lo esencial.
En el título de uno de sus libros leí que el enamoramiento nos vuelve ciegos y el amor videntes. ¿Es posible decir eso así? ¿No es acaso también el enamoramiento o el éxtasis algo que pertenece intrínsecamente al hombre? ¿Algo que añora una y otra vez, que añora incluso tal vez en una relación permanente con esa persona, y donde uno podría decir: esos son los picos de una relación dónde puede emerger nuevamente esa visión compartida, ese volver a enamorarse compartido? Ciertamente a menudo experimentamos que eso no funciona, o que lo habitual y el acostumbramiento de la vida cotidiana y las cargas de una relación y los reclamos son un peso en las espaldas. Pero volviendo atrás: ¿Es posible que el enamoramiento y el amor constituyan una contraposición tan clara?
Si. En el enamoramiento tengo una imagen del otro sin conocerlo. Aún no lo veo. Veo una imagen deseada, en gran medida. Cuando luego se da la plenitud, de a poco uno comienza a ver al otro tal como es realmente. Asentir a eso, asentir al otro tal como es, con su grandeza y sus debilidades, eso es el amor. En el enamoramiento asiento al otro tal como yo me lo imagino, no tal como es. Por eso el despertar del enamoramiento es una condición previa para el amor. Eso que usted decía, eso de que uno puede recordar el comienzo, eso por supuesto es lindo. Fecunda al amor por la dicha del comienzo. Cuando ahora uno une eso, el mirar al otro tal como es, el asentir al otro tal como es, con ese recuerdo de esa dicha temprana, se logra desde ya un efecto estimulante y también es sanador.
¿Cuáles son los problemas más importantes que usted encuentra en la terapia de pareja? ¿Cuándo dos personas se han encontrado, cuándo han compartido algunos años, pero luego tal vez despiertan asustados y el golpe en la nuca es: Jamás me imaginé que eras así, así en realidad no quiero convivir contigo? Eso puede ser una catástrofe. Esas personas entonces van a verlo. ¿Puede mencionar algunos ejemplos cómo es eso y cómo uno puede proceder terapéuticamente, cuáles son los órdenes a descubrir aquí?
Las soluciones siempre se encuentran más allá de lo inmediato. Si yo miro al otro sólo como una persona individual, ahí se da ese despertar. Si lo veo enlazado en su familia, y si sé algo de implicaciones o enredos, entonces veo que no puede ser diferente a lo que es.
Aquí tuve un ejemplo. Un hombre a menudo es violento. Pero no se descarga con su mujer, sino con objetos. Le pregunté: ¿Qué sucedió en la familia de origen? El abuelo era encargado de un campamento en Yugoslavia y dirigía un campo de prisioneros. Para mí queda muy claro: eso no podía terminar sin algún crimen. Ese abuelo se suicidó al finalizar la guerra, eso también es significativo. Luego configuré un representante para el abuelo y cuatro representantes para las víctimas. El representante del abuelo comenzó a transpirar, transpiró totalmente su camisa. Luego le pedí ubicarse al lado de las víctimas. De repente quedó claro que ese era el lugar en el que debía estar. Antes le había dicho al hombre: Tienes una mirada extraviada. Respondió: Nunca nadie me dijo eso. Le dije: Yo veo eso. A continuación tomé a uno de los representantes de las víctimas y al representante de su abuelo, los coloqué uno al lado del otro y le pedí a ese hombre que apoye su espalda en ellos dos y lo alenté para que permitiera que en él confluya lo que pertenece a ambos, es decir el sentimiento de perpetrador y el ser perpetrador y el sentimiento de víctima y el ser víctima, hasta que en él se conviertan en una unidad. Luego le indiqué girarse, abrazar a ambos y permitir que confluyan para convertirse en uno. En ese instante sucede algo que ya no hace posible esa violencia en él porque lo ha visto en ese contexto. Ahora puede dejarla en donde pertenece, con su abuelo. Y puede dejar que los muertos estén entre sí y ahora puede dedicarse a su mujer.
Insisto una vez más con la pregunta: ¿Cómo describiría la dinámica que hace falta cuando alguien va a verlo y dice: Queremos hacer algo por nuestro matrimonio pero no podemos, no sabemos qué hacer? Ahora tenemos en claro que nuestra relación en realidad se construyó a partir del enamoramiento, se construyó en base a una imagen. Así no nos soportamos, o yo no soporto a mi mujer o la mujer no soporta al hombre así. ¿Hay entonces una solución más allá de la separación?
Depende. Si uno de ellos ha lastimado seriamente al otro, por ejemplo si el hombre exhortó a la mujer a abortar un hijo de ellos y la mujer no quiere hacerlo, eso constituye algo de tanto peso que a menudo la separación es inevitable.
¿Con qué tiene que ver eso?
Es una herida que ya no puede ser sanada. Hay actos que tienen consecuencias que ya no se pueden revertir. Eso debe ser reconocido. Eso por supuesto también va en contra del concepto generalizado de que se puede y debe solucionar todo. Por el otro lado, a veces es necesario saber acerca de la implicación. Allí donde ese saber no está y dónde tampoco existe la disposición a seguir y tal vez sacarlo a la luz, la separación es inevitable. Pero la separación no es una solución porque en la próxima relación todo continuará de la misma manera. Es decir que la separación es una huída de aquello que la vida en definitiva exige de cada uno.
¿Por qué eso es así, por qué esa dinámica sigue actuando en la próxima relación?
La relación tiene un aspecto muy importante. Resulta que es una organización en contra de la muerte. Todo eso está al servicio de mantener la vida. Por ese motivo, ni bien hay hijos, la finalidad y el sentido de la relación se acabaron. Aquellos que tienen hijos o quieren tener hijos con ello demuestran que son conscientes que ellos también se acaban. Esa mirada al final es muy importante. Entonces uno se va despidiendo lentamente. Doy un ejemplo: en un curso hay un matrimonio muy anciano, y la mujer dice: El hombre tiene cáncer y ahora tiene metástasis. Quedaba muy claro que no iba a vivir mucho más. Tenía más de setenta años. Luego les pedí que se sentaran uno al lado del otro y se miraran a los ojos y dije: Está muy claro, ahora es el momento de la despedida. Toda relación se dirige hacia el final. Ambos se miraron cariñosamente y la mujer lloraba. Indiqué a la mujer que dijera al hombre: “Me quedo contigo el tiempo que me sea permitido” y el hombre a la mujer: “Me quedo contigo el tiempo que me sea permitido”. Había un amor increíble entre ellos dos, de cara a la despedida y a la muerte.
Eso tiene una grandeza que va mucho más allá que cuando alguien piensa: Ahora busco una nueva relación y comienzo de nuevo. Desconocen totalmente que todo se dirige hacia un final.
¿Por qué ve usted a las relaciones tan fuertemente desde el punto de vista de la muerte y el final? Incluso si ellos lo hacen, ¿qué significa la muerte? ¿Es un final irrecuperable del amor, es dónde termina el amor? ¿O el amor es algo de lo que uno al menos espera y anhela que supere a la muerte?
Es una ilusión que el amor supera la muerte. Uno la ve por ejemplo en parejas que se suicidan conjuntamente porque creen que continúa. Para mí eso es totalmente ilusorio. La muerte debe ser tomada en serio como consumación de la vida y también la consumación del amor. Recién entonces esta completa y redonda.
Usted no dice perentoriedad de la vida, sino que dice consumación. Eso es una diferencia.
Si, algo se redondea y se completa. Lo que hay detrás, no lo sabemos. Pero a través de eso el individuo alcanza una completud. Así es el curso de la vida. Toda vida nueva se basa en que antes otros hicieron lugar. Eso hay que verlo. Y aquello que aparenta estar instalado para que dure como es el caso de una relación amorosa es pasajero, algo de cara a la muerte. Lo que viene después, eso queda.
Quisiera llamar su atención a una forma de amor y preguntarle al respecto, una forma en la que vuelven a sucederse grandes heridas una y otra vez y que usted también trata en sus seminarios. El amor y el amor, muchas veces perturbado, entre padres y sus hijos que puede existir, pero que también puede mantenerse hasta una edad avanzada y que tiene efectos hasta entonces. Qué diría usted: ¿Cuál es realmente la esencia del amor entre padres e hijos, un amor sano entre padres e hijos? ¿De qué se trata realmente? ¿Es comparable al amor hacia una mascota que tengo y que llevo de aquí para allá? ¿En qué consiste la gran diferencia?
Aquí nuevamente se pone de manifiesto con claridad que esto es considerado como algo que sucede sólo entre las personas, es decir entre esos padres y el hijo, o entre el hijo y esos padres. Esto únicamente se puede comprender viéndolo en un contexto más grande. Cuando por ejemplo la madre rechazó a su propia madre, no quiere saber nada de ella, entonces su hija representa a esa madre para ella. La relación no resuelta de la madre con su madre se transfiere a la relación de la madre con la hija. Eso se llama parentificación. No hay solución entre la madre y su hija hasta que la madre mire a su madre, haga una reverencia ante ella y le de la honra como su madre. Y hasta que ella tome de su propia madre lo que la madre le ha regalado, lo honre, permita que se despliegue en ella y, así entonces, se lo regale a la hija. De inmediato la hija está aliviada cuando la madre completa ese proceso frente a su madre.
Pero eso es terriblemente difícil para algunos porque es posible que para la madre no resulte razonable que debe honrar a su propia madre. Sobre todo no razonable cuando tal vez su madre la golpeaba o menospreciaba o no la aceptaba en su ser mujer y. por así decirlo, su propia historia de culpa está enraizada en una historia de culpa.
Usted vuelve a llevarlo a una relación de dos. No es una relación de dos personas. En las familias y en las parejas no hay una relación de dos. Siempre son relaciones entre sistemas. Mientras yo siga fijo en una relación de dos, no hay solución. Todo buen consejo a la madre y todo buen consejo a la hija no aportará ningún resultado. Doy un ejemplo: Una mujer que ni siquiera conozco me escribe una carta. Es la segunda mujer de su marido y juntos tienen una hija que no quiere saber más nada con sus padres. Rompió todo contacto. Fue entonces que se le ocurrió que tal vez había que ordenar algo con relación a la primera mujer de su marido y con relación al padre de su marido. Ambos eran despreciados y excluidos. Entonces al atardecer encendió una vela, hizo una profunda reverencia ante la primera mujer de su marido y dijo: “Ahora te doy la honra.” La noche siguiente hizo lo mismo con el padre del marido. Encendió una vela, hizo una profunda reverencia y le dijo: “Te honro”. Pocos días después llamó la hija: “Mamá, voy para allá.” Fue, estaba sumamente feliz, no dejaba de expresar lo hermoso que era estar en casa, y de esa manera todo se ordenó.
Aquí le quiero preguntar: “¿Qué significa honrar, dar la honra? Porque eso no lo hago tan sólo diciendo la frase “Yo te honro”.
Eso sería barato.
Eso es barato. Incluso es un poco teatral. ¿Qué ocurre cuando honro a alguien? ¿Qué es lo que tiene efecto realmente?
Honrar significa que reconozco que esa persona pertenece. En el ejemplo que mencionaba recién significa que la madre le dice a la primera mujer: “Tú tienes prioridad, tú eres la primera, yo soy la segunda.” Y que al padre del marido dice: “Tú tienes prioridad, sólo a través tuyo yo tengo a este hombre, ahora lo reconozco, ahora te doy un lugar en mi corazón, un lugar honorable.” En ese momento el otro puede acercarse, puede ser amable y de esa forma todo el sistema cobra fuerza. Luego esa fuerza se expresa. Pero decir ligeramente “Te doy la honra”, no, esto no es tan sencillo. Es un proceso de transformación que completa el alma en lo más profundo.
En ese proceso de transformación y en ese dar la honra, en eso que los hijos deben realizar frente a sus padres y los padres hacia sus hijos, ¿tiene lugar una emoción como odio, por ejemplo? ¿Eso también existe? Porque no es tan rápido. En realidad esas son soluciones de las que usted habla. Pero también en el proceso, en el proceso emocional, aparecen a menudo mucha agresión, ira, odio y también otros sentimientos que a veces simplemente son necesarios. No es necesario que sean expresados, pero al menos deben ser tenidos en cuenta.
Yo no he visto eso. Esas son imaginaciones que se describen o que se difunden sin que yo jamás las haya visto. El hijo ama a sus padres de una manera muy profunda. Uno puede confiar totalmente en ese amor. Pero lo que sucede cuando al hijo se le impide tempranamente el acceso a la madre o al padre, por ejemplo cuando debe pasar mucho tiempo completamente solo en el hospital, ocurre lo siguiente: El dolor es tan grande que más adelante se expresa como agresión. Pero ese es el otro lado de la pérdida sufrida, sólo es otro lado del amor. Ahora se trataría que en esa situación temprana, es decir mirando atrás, el movimiento amoroso interrumpido a la madre o al padre sea llevado a término. Eso es un proceso muy doloroso. Donde se logra todo aquello que antes había sido señalado como motivo del odio, es completamente irrelevante. Ya no tiene importancia alguna.
Pero usted conoce la experiencia de que sólo es posible odiar a aquél que también se puede amar. Creo que no puedo odiar a nadie tanto como tal vez a mi propia mujer. Y tal vez tampoco amar a nadie como a ella.
Ese odio es un sentimiento infantil. Los adultos no odian en ese sentido. Sólo odian cuando se sienten como niños, o sea cuando se sienten impotentes como niños. Por ese motivo un hombre no puede odiar a su mujer. Puede transferir a ella algo de la infancia. Pero eso es algo completamente diferente. Pero reducir esto sólo a un comportamiento no funciona. La solución sencilla entre padres e hijos es que los hijos reconozcan: “Tengo la vida a través de ustedes. Ustedes son mis padres y ahora los tomo tal como son, como mis padres correctos.” De esa forma el hijo está en paz consigo mismo. Así entonces también puede tomar todo lo demás que los padres le ofrecen. A menudo tenemos la loca idea que podríamos tener padres diferentes, o que los padres deberían poder ser diferentes de lo que son. En ese momento el hijo se vuelve totalmente estrecho. En el fondo se vuelve loco. Muchas pretensiones frente a los padres en realidad son pretensiones locas que los padres tampoco jamás podrían cumplir. Incluso si ahora intentaran cumplir con esa exigencia, el hijo no la podría tomar porque esa pretensión proviene de otro nivel. En realidad el hijo no pretende nada de los padres en ese sentido, ahí actúa una dinámica totalmente diferente. Lo que además es importante en relación a lo que usted decía antes acerca del odio hacia los padres: Un hijo que odia a los padres se castigará severamente. Porque la profundidad del alma jamás lo permite. Es tal violación del orden que no es posible. Y es típicamente occidental. Yo, por ejemplo, con los zulúes jamás vi que alguien hablara de forma despectiva de sus padres. Eso era impensable. Ellos todavía podían ver lo que significa recibir la vida de los padres.
Hablamos varias veces de órdenes. ¿Son sistemas de orden que usted encuentra, o los ordenaría en un contexto más grande? Por ejemplo cuando usted dice el alma tiene un orden y según ese orden deben vivir los seres humanos, eso suena como un sistema arcaico, casi como una cosmología. ¿Usted lo entiende de esa manera o simplemente lo descubre y se detiene sorprendido ante eso?
La palabra orden conlleva una carga. Pero un árbol, cuando crece, crece según un orden preconcebido. No puede apartarse de él. Precisamente por estar de acuerdo con lo prefijado se despliega. Pero siempre está dado en otro medio ambiente. Cada árbol es diferente, no hay un árbol igual a otro. Sin embargo, siguen el mismo orden según el cual pueden desarrollarse. Sucede algo similar con las personas. Por ejemplo, ese orden muy sencillo de que cada persona tiene un padre y una madre. Hoy día las mujeres a veces se comportan como si pudieran tener hijos sin un hombre o sin un padre. O los hijos se comportan como que pudieran tener su vida sin sus padres. Eso es loco. Cuando uno reconoce esos hechos tan sencillos, que yo tengo padres y que son los únicos correctos, que, si los padres fueran diferentes, también yo sería diferente, y que no puedo estar en sintonía conmigo mismo si rechazo a mis padres, ya que de esa manera me rechazo también a mi mismo, cuando reconozco todas esas cosas sencillas, entonces ya se ha ganado mucho.
Para terminar, ¿diría usted que el amor es algo diferente a un sentimiento, ya sea que se trate del amor a una pareja o del amor a los padres o del amor a los hijos, que el amor es algo así como un sintonizarse y un vibrar en consonancia con una corriente de fondo de todo nuestra existencia, que nos sostiene?
Exactamente. Usted lo ha dicho de manera muy hermosa. Junto al confluir con esa corriente de fondo se une que el amor sigue un orden. El orden y el amor van juntos. Y resulta que el orden va primero. El amor está al servicio de ese orden más grande. Cuando el amor se adapta a ese orden, es cuando mejor se puede desplegar dentro de ese orden.
Gracias por la conversación.
*Sin embargo, fue el psiquiatra y psicoterapeuta suizo, Jurg Willi, quién popularizó el término colusión o juegos colusivos en la pareja para referirse a las conductas involuntarias y disfuncionales entre los miembros de una pareja.
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