Todas las parejas tienen diferencias y es un arte solucionarlas sin dañarse. Hay discusiones creativas, pero otras que lastiman. La buena comunicación pasa por la expresión de las vivencias de uno, no por el juicio al otro. Tienes derecho a sentir lo que sientes y a expresarlo si lo deseas. A lo que no tienes derecho es a condenar a la otra persona.
En los jóvenes observo mucho la expresión: «¡Esto no es normal!». Vivimos tan confinados en nuestras pequeñas estructuras mentales que cualquier cosa que se salga de ellas nos parece anormal. Conviene esforzarse en comprender los modelos de otras personas. Como terapeuta he visto de todo y, en definitiva, siempre es lo mismo: cada uno trata de preservar su dignidad, de ser leal a sus orígenes, tiene heridas y defensas en su corazón y buenamente hace lo que puede. Así que no podemos decir qué es normal y qué no lo es.
Es difícil manejar la frustración, el miedo y la inseguridad. Y muchas veces en lugar de decir: «Me da miedo que me dejes», uno se pone a controlar el teléfono del otro. El temor a perder el amor lo tiene todo el mundo, pero otra cosa es volverse loco con ello. Hay que aprender comunicación en el ámbito de la pareja. La desconfianza y la montaña rusa en una relación tiene un final infeliz.
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