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El campo espiritual



A través de la constelación familiar salió a la luz que estamos integrados en un sistema más grande, un sistema familiar. A ese sistema pertenecen no solamente nuestros padres y hermanos, sino también los abuelos, bisabuelos y los antepasados. A ese sistema también pertenecen otros que de una manera determinada fueron importantes para ese sistema, como por ejemplo anteriores relaciones de pareja de nuestros padres o abuelos. En ese sistema todos serán conducidos por una fuerza común. Esa fuerza obedece a ciertas leyes.

El sistema familiar es un campo espiritual. Dentro de ese campo espiritual –así podemos descubrirlo a través de la constelación familiar- todos están en sintonía con los demás. A veces ese campo está desordenado. El desorden en un campo de este tipo se produce cuando alguien que también pertenece a él fue excluido o rechazado u olvidado. Estas personas excluidas y olvidadas están en sintonía con nosotros y se hacen notar en el presente. Pues en ese campo vale una ley fundamental: Todo aquel que pertenece tiene el mismo derecho a pertenecer. Nadie puede ser excluido. Nadie se escapa de este campo, la persona seguirá actuando en él.

Cuando una persona fue excluida, independientemente de cuales fueron los motivos, bajo la influencia de ese campo y a través de esa resonancia otro integrante de la familia será designado para representarla. Entonces esa persona, un niño por ejemplo, se comporta de modo extraño. Tal vez se vuelva adicta, enferma, criminal o agresiva. Tal vez pueda convertirse incluso en un asesino o un esquizofrénico o lo que sea. ¿Pero por qué? Porque esa persona mira con amor al excluido y con su comportamiento nos obliga a mirar también con amor a esa persona rechazada y excluida. Este así llamado comportamiento extraño no es otra cosa que amor por alguien que fue excluido en ese campo.

En lugar de que ahora miremos a ese niño con preocupación y tratemos de cambiarlo, lo que de todas maneras tampoco ayudará, porque - como ustedes ya saben- están actuando fuerzas poderosas, miramos junto con ese niño a ese campo al que pertenecemos, a ese campo espiritual, hasta que bajo la conducción de ese niño podamos mirar al sitio donde la persona excluida espera ser vista y reincorporada a nuestra alma, a nuestro corazón, a nuestra familia, a nuestro grupo, tal vez también a nuestro pueblo.

Por consiguiente, todos los niños son buenos si nosotros dejamos que lo sean. Esto quiere decir, si en lugar de mirar a los niños miramos hacia donde ellos miran con amor.

Esta es entonces la gran experiencia en la constelación familiar: en lugar de que nos preocupemos por esos niños o por otras personas y que pensemos de ellos, “¿pero cómo pueden comportarse así?”, junto con ellos miramos a la persona excluida y la volvemos a incluir. Tanto pronto como esta persona es reincorporada en el alma de los padres, de la familia y del grupo, el niño respirará profundamente y finalmente podrá ser libre de ese enredo (implicación) con otra persona.

Si lo sabemos estaremos en condiciones de esperar hasta saber hacia dónde nos conduce el comportamiento de ese niño, hacia dónde nos lleva a nosotros como padres o como otro miembro de la familia. Cuando junto con el niño vamos hacia allí e incluimos a la otra persona, los niños quedarán liberados.

¿Quién más es liberado? También nosotros como padres o como otro miembro de la familia. De pronto seremos distintos o más ricos, porque le hemos devuelto su lugar a algo excluido en nosotros mismos. Todos podrán comportarse ahora en el presente de una manera distinta. Con más amor, con más tolerancia, más allá de nuestras burdas diferenciaciones de bueno y malo a través de las cuales nosotros tal vez creemos que somos mejores y los otros peores, a pesar de que los otros de quienes pensamos que son peores solamente aman de otra manera. Cuando junto con ellos miramos hacia donde ellos aman las diferenciaciones entre bueno y malo se acaban.

Otra conclusión es naturalmente que nuestros padres son buenos y que detrás de todo lo que tal vez queremos criticar de ellos está presente el amor. Sin embargo, ese amor no viene hacia nosotros sino que va a otro lugar, hacia allí adonde ellos miraban cuando eran niños, hacia alguien que ellos querían reincorporar a la familia. Cuando comenzamos a darles un lugar en nosotros a todos esos excluidos, entonces junto con nuestros padres miraremos hacia donde ellos aman. Nosotros seremos libres y nuestros padres también lo serán. De repente nos percibimos en una situación completamente distinta y aprendemos lo que significa el verdadero amor.

Bert Hellienger
Revista Hellinger Ayuda vida diaria octubre2011

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