Entrevista a Bert Hellinger por Ian Longstaff
¿Cuál diría usted es la manera más fácil de definir la psicoterapia de sistemas familiares?
Lo primero que debo decir es que no se le debe considerar exclusivamente como psicoterapia. Entonces de manera inmediata se tiene una visión más amplia y se puede abarcar a más personas. En este trabajo estamos manejando asuntos de la vida en general, especialmente aquellos donde las personas en sus familias están teniendo dificultades que nada tienen que ver con sus experiencias personales, pero donde están identificadas con destinos más allá de ellos, llegando muy atrás en sus familias de origen. Muchos de los temas que surgen son de una naturaleza muy universal, relacionadas con parejas, relaciones padres-hijos, de negocios, enfermedades y otros malestares.
Pero esto es sólo una parte; cuando el panorama se expande entonces se puede aplicar a muchas otras situaciones diferentes a la psicoterapia.
Entonces, ¿lo describiría usted como un examinar asuntos en lugar de una terapia?
Sí.
Creo que las personas se pueden identificar con los síntomas de su enredo, por ejemplo, sentirse atorados, infelices y enfermos, pero es más difícil comprender por qué la gente pudiera preferir sufrir a sanarse.
Las reflexiones más importantes que tengo tienen que ver con las funciones de la conciencia. Me tomó seis años de cuidadosa observación y de exponerme a lo que sucede cuando la gente habla de su conciencia para descubrir las dinámicas fundamentales que operan dentro de ella.
Hay, por un lado una conciencia personal que se siente y si la seguimos nos sentimos bien, aunque muy a menudo le hacemos daño al prójimo en el nombre de la “buena conciencia”. Así, se me hizo obvio que no puede ser una regla para medir el bien y el mal. Su función básica principal es el vincularnos a nuestro entorno, con mayor intensidad a nuestros padres y a nuestra familia más extensa, a nuestras parejas y a nuestros hijos pero también a otros grupos, como nuestro país, o nuestro negocio o nuestras amistades.
Esta conciencia se orienta a sí misma según los valores
que prevalecen en nuestra comunidad en particular, de modo que instintivamente sabemos lo que debemos hacer para tener sentido de pertenencia y no poner ésta en riesgo.
Vemos que este tipo de conciencia se da también en los
animales como los perros, no sólo con humanos. También asegura un equilibrio entre dar y tomar dentro del grupo. Así, aún cuando con frecuencia nos referimos a ella como algo espiritual, en realidad no lo es, es algo muy, muy sencillo, y describirla como “divina” es
ridículo. Debemos manejarla con la mente abierta.
Más allá de esto existe una conciencia oculta diferente que es mucho más fuerte que la que sentimos – una conciencia familiar de la cual participan todos los miembros. Un número limitado de individuos están afectados por ésta, léase hijos, padres, hermanos de los padres (tíos) y abuelos. Algunas veces los bisabuelos participan también. Además, personas que no son del núcleo familiar también pertenecen; por ejemplo, aquellos quienes hicieron espacio para alguien en la familia o relaciones amorosas previas de padres o abuelos o quienes sufrieron para darle a alguien en el sistema una ventaja.
¿Nos puede dar un ejemplo de alguien que sufrió al
darle a alguien en el sistema una ventaja?
Durante la época nazi en Austria muchos judíos fueron despojados de sus hogares y algunos austriacos se aprovecharon de la situación y las invadieron. Hoy, aunque no son familiares, aquellos que fueron despojados pertenecen al sistema y tienen una enorme
influencia sobre de él.
Esta conciencia familiar obedece a leyes diferentes a los de la conciencia personal. La primera es que todos los miembros del grupo tienen igual derecho a ser respetados y de pertenecer. Si tomamos ese ejemplo de los judíos desposeídos, éstos tendrán el mismo derecho a ser honrados, y todos aquellos que se beneficiaron gracias a ellos deben recompensarlos. Al final, esta conciencia familiar demanda que los beneficiados cedan todas las ganancias de lo que injustamente se apropiaron.
Sólo entonces habrá paz. Si esto no se lleva a cabo, entonces esta conciencia afectará a otros miembros inocentes de la familia que llegan después a que paguen el precio de esas injusticias. Los hijos o los nietos representarán a los desalojados y sufrirán de síntomas de ansiedad, temor a ser internados en instituciones, o de morir. Estas no son ansiedades imaginarias; son reales por su identificación con los que sufrieron. Así es que cualquier injusticia hecha a algún miembro de ese grupo tendrán que ser redimida. Este intento de rectificar los errores por los que llegaron después no se siente pero se hace inconscientemente y no ofrece ninguna solución. La tragedia inicial se repite en futuras generaciones. Hay una ley que opera dentro de las familias y que puede ser traída a la luz, la cual llamo los Órdenes del amor.
Tengo un caso en particular. Una madre se enteró que sus abuelos se habían apropiado de una vivienda de unos judíos. A su hijo le daban ataques de pánico cada vez que
se tenía que separar de ella y cuando configuramos una constelación vimos que se identificaba con los judíos. Le dijo a su madre: “Mamá, si tienes que ir a un campo de concentración, yo prefería ir contigo”. Es el amor de un niño.
Cuando se vio esta identificación se encontró la solución y todo cambió en la familia.
¿Existen otras leyes que operan dentro de Los órdenes del amor?
Sí. Otra ley de esta conciencia de la familia es que aquellos que llegan después, los niños por ejemplo, no deben interferir en los asuntos de aquellos que llegaron antes que ellos.
Para ilustrar, si el hijo de los padres que tuvieron una ventaja en relación a estos judíos desposeídos, trata de expiar imitando las vidas de las víctimas, y haciendo suyos sus síntomas, asume algo que sus mayores debían haber hecho. Sin embargo, si elige sufrir o hasta morir lo hace con “buena conciencia” para pertenecer a su grupo. Esto es algo básico en toda tragedia desde los griegos hasta Shakespeare.
Todas las tragedias familiares tienen esto como una dinámica básica, que alguien en “buena conciencia” hace algo que va en contra de esta otra conciencia oculta. Por eso, es importante descubrir esas leyes ocultas de modo que podamos encontrar soluciones y liberar a las personas inocentes de sus enredos.
¿Y qué pasa con las personas que culpan a sus padres por como ellos son?
En una familia, los niños reciben más, mucho más de sus padres de lo que pueden devolverles. De modo que siempre se sienten en deuda y obligados hacia sus padres y para algunos eso puede ser muy doloroso. Hay una manera de equilibrarlo y es que el niño tome lo que le dan sus padres y les diga: “Es mucho más de lo que puedo retribuirles, pero lo se lo daré a mis propios hijos o a una causa más noble".
De esta manera pueden aceptar todo lo que se les da porque tienen la seguridad que a su vez lo pasarán más adelante. Así todo es igual y existe un equilibrio a través de las generaciones. Cuando los hijos han recibido mucho y se sienten en deuda con sus padres, y no saben de esta salida, tratan de eludir esta obligación y una manera de hacerlo es culpando a los padres. Cuando les reprochan entonces ellos no tienen que aceptar lo que les dan y en su culpar se sienten libres de cualquier obligación.
Esta clase de inculpación es una excusa para ser malagradecido y no pasar más adelante lo que han recibido. Estas personas carecen de fuerza íntima y se sienten muy solos, con frecuencia deprimidos y vacíos, pero tienen la gran ventaja de que no tienen que hacer nada. Su alma les permite permanecer inactivos y tomar el rumbo fácil de la vida.
Los padres no pueden controlar lo que dan, no pueden ni sumar ni restarle nada.
Simplemente lo transmiten. Y entonces, el niño debe tomar la vida como le es dada, con todo lo que eso involucra, al precio que los padres y que los hijos tienen que pagar. Por ejemplo, si hay una enfermedad hereditaria el niño dirá: “Sí, tomo mi vida, aún a este precio”. Esto es muy duro pero es sólo la realidad. Cualquier pensamiento como, “Mis padres deberían ser diferentes” o “Me deberían haber dado otras cosas” es pura fantasía, sin estar de acuerdo con la realidad.
Esta aceptación de “lo que es” es muy, muy humilde y requiere de mucha disciplina pero le da a la persona una profunda fortaleza. Este es un movimiento sanador
esencial, más allá de la terapia.
¿Es también el amor del niño que dice: “Yo me enfermo en tu lugar” y “Te sigo a la muerte”?
Esa es otra dinámica donde se ve el amor profundo y leal, y las creencias mágicas de que el niño tiene el poder de vencer a la enfermedad o a la muerte. Cuando el alma de un niño manifiesta, “Te sigo a la muerte” o “Lo hago en tu lugar” es completamente inconsciente y a menudo vemos en estas situaciones que algo sucede entre los padres o que alguno de los dos quiere dejar el sistema.
Esto saldrá a relucir en una constelación y si está claro entonces podremos resolver el problema. Sin embargo, no es fácil porque todos estos mandatos internos están de acuerdo con la conciencia familiar y el niño puede sentirse bien e inocente y grandioso. Decir la frase alternativa: “Te dejo ir querido Papá, es muy doloroso pero te dejo ir y continuaré en tu memoria y haré algo con mi vida”, va en contra y lleva un sentimiento de culpa. Se necesita de un esfuerzo especial para sobreponerse a la conciencia y entrar a un nivel más alto, a un campo más amplio donde el niño ya no se sienta tan inocente. A menos de que una persona esté lista para traspasar los límites de su propia conciencia, entonces una solución no resultará fácil.
¿Describiría a las constelaciones como la herramienta que muestra el enredo?
Sí, y una vez que se tiene experiencia se puede percibir el enredo sin hacer la constelación. Algunas personas simplemente leen un libro sobre este tema y sin ninguna explicación adicional experimentan el inicio de un movimiento en sus almas. Por ejemplo, una mujer a quien yo no conozco me escribió una carta.
Había leído mi libro y se dio cuenta que había algo inconcluso entre ella y la primera esposa de su marido y su suegro. Le incomodaba que por años su hija se hubiera negado a verla. En una ocasión se imaginó a la primera esposa de su marido, encendió una vela, se inclinó y le dijo: “Te honro como la primera”. Y a la siguiente noche encendió otra vela para su suegro y le dijo lo mismo. A los dos días recibió una llamada de su hija anunciándole, “Mamá, regreso a casa”. El retorno trajo felicidad a ambas. Esto demuestra que no siempre hay necesidad de terapia. Sólo familiarizándose con las dinámicas, como se describen, podemos encontrar el camino a la solución.
¿Se trata de honrar, respetar y asignar a cada persona el lugar que le corresponde?
El honrar es lo primero y lo más importante. Una vez hecho esto todos los sentimientos de superioridad se desvanecen y uno se coloca realmente en igualdad. Por
supuesto, existe una cierta jerarquía que establece que aquellos que llegaron primero tienen un rango superior y prioridad, y honrarlos significa que lo reconocemos. Los padres anteceden a los hijos y a la vez también se subordinan a los suyos. No es un asunto de superioridad, es simplemente el orden apropiado. Si el niño reconoce esto, “Usted es grande y yo pequeño”, no va en demérito de sí mismo, es sólo estar de acuerdo con el orden correcto.
Estamos hablando mucho acerca de que el trabajo es
a nivel del alma. ¿Lo hace esto diferente a otro tipo de terapias?
Por supuesto, el trabajo a nivel del alma es de una naturaleza muy sutil y muy avanzada y creo que quien no lo haya experimentado y visto no puede entenderlo. Se hace obvio que una fuerza más grande nos dirige. Podemos decir que en vez de tener un alma individual existe también un alma colectiva más grande. El otro día leí un artículo muy interesante acerca de un científico que estaba estudiando el cerebro y arguye que éste es un órgano social que depende completamente de estímulos del exterior. Así es que hasta nuestros cerebros individuales tienen que ser considerados como parte del todo más grande.
Se puede observar como una fuerza común dirige a una familia en cierta dirección y que una fuerza aún mayor dirige a grandes colectividades. A esto le llamo alma, una gran alma. Es una fuerza activa pero su nivel más profundo está oculto y no es accesible, a menos de que pasemos por el proceso de purificación de renunciar a nuestros ideales y propósitos individuales y familiares. De esa forma nos abrimos a algo desconocido y confiamos en fuerzas que van más allá de nuestro entendimiento. Entonces esta alma más profunda emerge y muestra su poder.
Es maravilloso ver cómo nos lleva a una maravillosa solución, no siempre una fácil o linda pero si donde sentimos que pertenecemos a algo más grande.
Sin embargo, deseo aclarar que esta alma no es algo religioso. A menudo se le confunde con la religión, o con Dios, o lo divino.
Así hay necesidad de limpieza en que dejemos de nombrar estos movimientos religiosos o espirituales. Tengo una sensación de que es una violación a lo sagrado el llamarlo espiritual. Lo sagrado está más allá de lo espiritual y es algo
mucho más fuerte, poderoso y terrible al mismo tiempo.
También renunciaría a describirla como eterna. Tal vez también sea perecedera. No lo sé.
¿Tiene usted una explicación de cómo las personas perciben los sentimientos de otros en la constelación?
No. En la vida diaria estamos en constante contacto con algo más grande que nosotros, no solamente durante las constelaciones.
Los niños saben todo sobre sus familias.
Puede que no se les permita expresarlo pero en el fondo lo saben. No se pueden tener secretos en el seno de la familia. Si a los niños se les impide el acceso a ellos, conduce a un estado de confusión y quizá hasta la esquizofrenia, porque tienen que negar lo que secretamente saben.
Esta actitud esquizofrénica en ocasiones puede darse en una escala social. Tiene uno que conformarse y aceptar locuras. Por ejemplo, en Alemania la opinión pública nos obliga a sentirnos avergonzados por el holocausto judío, aunque el sentirnos así lo minimiza y esto nos prohíbe verlo en un contexto mucho mayor. Hay muchos temas de esta índole. La rectitud política nos presiona a expresar ciertos sentimientos, aunque uno sepa que no son verdad.
Existe mucha hipocresía en la sociedad. En este tipo de trabajo, si usted le presta atención a la corriente política estará inmediatamente perdido por no estar de acuerdo y fluir con lo que es aparente.
Si una constelación muestra algo esto será solamente una hojeada superficial y tenemos que saber más acerca de la dinámica familiar para poder ir más allá. De modo que
como terapeuta uno empieza con las cosas que aparecen de inmediato pero esto es solamente una fracción de lo que es posible y en ocasiones necesario. Uno tiene que crecer con el trabajo, y esto se logra si nos abrimos cada vez más a más dimensiones. Es muy natural. No se puede practicar adquiriendo técnicas. Es un proceso de crecimiento.
Usted ha ido a Israel para trabajar con las víctimas del holocausto. ¿Qué les ofrece en particular esta terapia cuando han tenido una experiencia tan traumática?
Esta pregunta está prohibida. Implica una intención en el trabajo. Yo no tenía ni propósito, ni temores, de modo que los temas podían salir a la luz tal y como eran, desnudos, sin ningún propósito de exagerar o de evitar encarar los verdaderos temas. La gente en Israel tenía una fortaleza y un sentido de honestidad muy fuertes. Si me hubiese desviado un solo centímetro mejor me hubiese regresado a casa.
Fui por ser invitado y tuve que ir de una manera muy humilde. Solamente estuve trabajando con individuos sin enfocarme en ninguna implicación en un sentido político más amplio. Esto nos permitió sacar a la luz los temas
reales, profundos.
En una constelación ahí había una mujer con tres hijos. Su esposo había muerto de un ataque cardíaco hacía algunos años y muchos de sus familiares habían muerto en el holocausto. En la constelación, él se unió a las víctimas y ahí se sintió bien y en paz. En la familia de la mujer también hubo muchas víctimas pero ella no las veía. Sólo veía al esposo. Tenía un deseo irresistible de unírsele, lo que significa que deseaba morir. También los tres hijos miraban únicamente al padre, a nadie más. Pocos días después la mujer escribió para decir que uno de sus hijos que ignoraba lo de la constelación llamó desde la India y dijo: “Ahora puedo dejar ir a papá”. ¿No es maravilloso?
Aquí vemos como el trabajo de constelaciones no sólo conecta a los representantes con las personas reales, sino que las personas reales también están conectadas con los representantes. Si encuentran una solución rápido les afecta de una manera que los nutre a todos.
¿Y tampoco sabemos cómo funciona?
No lo sabemos. Cuando funciona, ¿por qué deberíamos saber cómo lo hace? La naturaleza está llena de maravillas. En ocasiones la gente va de vacaciones o ansía el contacto con la naturaleza. Se saben todos los nombres de las plantas y de los animales, pero en realidad no los ven. Solamente ven sus nombres y piensan que eso significa que entienden a la naturaleza. El contacto inmediato con lo que está ahí, frente a ellos se pierde. Así es que yo prefiero oír un pájaro cantar sin querer saber que tipo de ave es. Es bello en ese anonimato y lo mismo se aplicaría aquí. Estoy bastante satisfecho con lo que veo y no quiero saber más.
¿Cómo le gustaría ver que continúa su trabajo? ¿Cuál sería su legado?
Si yo tuviera un propósito o deseo para el trabajo yo interferiría con su difusión. Interferiría con el movimiento del alma. Todas mis apreciaciones me han sido dadas, por lo tanto no tengo derecho a reclamar propiedad. De esta manera no me importa lo que está sucediendo. La misma alma también afectará a otras personas las cuáles se pueden desarrollar en diversas formas.
Estaba pensando acerca de cómo la unidad de familia tradicional se está destrozando, hay matrimonios por segunda y tercera vez, padres y madres solteras, ¿Qué tan importante es esto para entender las dinámicas familiares?
No estoy aquí para salvar familias. Estos cambios bien pueden obedecer a algunos movimientos ocultos, así es que no juzgo con valores tradicionales. Estoy de acuerdo con lo que es tal como sucede.
Y ese parece ser el eje central de su trabajo: ver “lo que es” y aceptarlo.
Y estar de acuerdo con ello. No sólo aceptarlo, sino consentir a él tal como es.
Y, ¿diría usted que eso nos libera?
Así es, y esto es lo que yo llamo humildad.
Entrevista a Bert Hellinger
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