Cuando la familia pierde a uno de sus miembros, por ejemplo muriendo el padre o la madre tempranamente, es frecuente que uno de los hijos le diga interiormente: "Yo te sigo"
Generalmente, un hijo en esta situación quiere morir también, ya sea por enfermedad, por accidente o por suicidio.
Aunque el hijo no lleve a la práctica esta frase pronunciada interiormente, muchas veces, siente una especial afinidad con la muerte y el anhelo de morir. O cuando un hijo pierde a un hermano, por ejemplo un niño nacido muerto o fallecido en temprana edad, también le dice: “Yo te sigo”.
Cuando un famoso corredor motonáutico durante una carrera volcó con su moto y murió, también su hija comenzó a participar en carreras motonáuticas. También ella tuvo un accidente grave durante una carrera, pero sobrevivió. Cuando, más tarde, le preguntaron qué había pensado en ese momento, respondió: "Sólo una cosa: ‘¡Papá, ya voy!’"
Detrás de la frase “Yo te sigo” se halla el amor profundo con el que el alma vincula al niño con su familia, actuando durante toda la vida de una persona. Este amor es más fuerte que la muerte y es ciego. Cree que a través de la muerte podría superarse la separación y que, por el propio sufrimiento y la propia muerte, otros en la familia podrían ser redimidos.
Una constelación familiar nos brinda la oportunidad de sacar a la luz la inutilidad y la ceguera de este amor. A través de los comentarios y sentimientos expresados por los representantes, el hijo se da cuenta de que los muertos aman a los vivos con el mismo amor que los vivos sienten por ellos; que el deseo de los vivos de seguirles les duele en vez de alegrarles; que no quieren que su muerte también traiga la muerte a otros; que se sienten aliviados cuando los vivos se encuentran bien, y que bendicen a los vivos para que aún se queden.
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